
A unos 70 kilómetros al norte de Santiago se ubica el valle de los Andes, uno de los más bellos y fértiles de la zona central de Chile. Allí se ubica el Santuario de Teresa de Los Andes junto al Monasterio Carmelita de Auco, y en los márgenes de este conjunto —a los pies del Monte Carmelo— se levanta la Capilla del Retiro.

Emplazada junto a la casa de huéspedes del complejo, el pequeño edificio se ha concebido como un lugar de oración hasta donde llegan los peregrinos en busca de silencio y recogimiento. De estricta geometría, el volumen de hormigón surge del cruce de cuatro vigas dispuestas en forma de cruz y apoyadas en cuatro dados de hormigón sobre el terreno. Bajo la estructura, de forma ortogonal, se ha excavado un espacio irregular, delimitado por un muro de contención de piedra rústica que rodea de forma azarosa la capilla. Éste se ha pensado como un patio de luz que aísla el espacio interior. Se accede a la capilla a través de una rampa situada en la cara norte, que lleva a los peregrinos a descender hasta alcanzar el nivel del patio en un recorrido procesional, antes de conducirlos al espacio de oración.

El interior se ha concebido como una gran caja de madera, construida con piezas de sección rectangular recicladas de los antiguos durmientes empleados en las líneas ferroviarias, que cuelga literalmente de las vigas de hormigón armado, descolgándose dos metros para controlar la iluminación y limitar las vistas. La caja, que parece levitar sobre el nivel del suelo, refleja la dimensión espiritual que reclama la capilla, la cual queda enfatizada por la escasez de luz —que busca mantener el espacio de oración casi en penumbra— y el color oscuro de la madera. El contraste entre el exterior racional y un interior de carácter metafísico asume aquí una nueva expresión comprometida con la modernidad.

Emplazada junto a la casa de huéspedes del complejo, el pequeño edificio se ha concebido como un lugar de oración hasta donde llegan los peregrinos en busca de silencio y recogimiento. De estricta geometría, el volumen de hormigón surge del cruce de cuatro vigas dispuestas en forma de cruz y apoyadas en cuatro dados de hormigón sobre el terreno. Bajo la estructura, de forma ortogonal, se ha excavado un espacio irregular, delimitado por un muro de contención de piedra rústica que rodea de forma azarosa la capilla. Éste se ha pensado como un patio de luz que aísla el espacio interior. Se accede a la capilla a través de una rampa situada en la cara norte, que lleva a los peregrinos a descender hasta alcanzar el nivel del patio en un recorrido procesional, antes de conducirlos al espacio de oración.

El interior se ha concebido como una gran caja de madera, construida con piezas de sección rectangular recicladas de los antiguos durmientes empleados en las líneas ferroviarias, que cuelga literalmente de las vigas de hormigón armado, descolgándose dos metros para controlar la iluminación y limitar las vistas. La caja, que parece levitar sobre el nivel del suelo, refleja la dimensión espiritual que reclama la capilla, la cual queda enfatizada por la escasez de luz —que busca mantener el espacio de oración casi en penumbra— y el color oscuro de la madera. El contraste entre el exterior racional y un interior de carácter metafísico asume aquí una nueva expresión comprometida con la modernidad.
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